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MANIFIESTO

Patricia Díaz, 30 de Septiembre, 2020

De niña tuve habilidad para dibujar, pintar con acuarela, modelar la plastilina, tejer, recortar miniaturas de papel, etc.

Los libros para colorear era uno de mis pasatiempos favoritos y me mantenían tranquila dentro de casa. Además cada fin de semana mi tío Güile me regalaba nuevos plumones. Siempre estaba ocupada creando cosas: perfumes, postres, decoraciones … Incluso mis mentiras solían ser muy creativas, pero poco creíbles.

Estaba en 1ro básico, y no hice la tarea de matemáticas, pero le dije a la profesora que sí había respondido cuántas unidades tenían los conjuntos, pero lo escribí con lápiz blanco, ya que no tenía otro. No me creyó y me mandó a mi asiento previo coscorrón.

A los 8 años ya era reconocida entre mis compañeros de curso por mi buena caligrafía y por los dibujos igualitos al modelo original. ¡Claro! porque en aquel entonces, te instaban a copiar en vez de crear.

En las clases de artes nos daban “tema libre”, la compañera que se sentaba tras mío siempre esperaba a ver lo que haría yo antes de comenzar su dibujo ¡casi podía percibir su respiración sobre mis hombros!.
Cuando la profesora nos llamaba a su escritorio por orden alfabético, ella siempre iba primero que yo. Entonces su dibujo pasaba a ser el original; y el mío, una copia. ¡Qué rabia! A pesar de eso yo obtenía la calificación MB (Muy Bueno) porque estaba mejor realizada con más tiempo de dedicación, y probablemente más talento.

Desde entonces tengo la firme idea: “COPIA SOLO CUANDO SEPAS QUE PUEDES HACER ALGO TAN BUENO COMO EL OBJETO ORIGINAL O INCLUSO MEJOR” o te arriesgas a obtener solo una calificación mediocre: la S de Suficiente como aquella compañera y lo que es peor, quizá nunca descubrirás tu propio genio y talento creativo.

 

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